La contaminación
lumínica puede definirse como
la emisión de flujo luminoso de fuentes artificiales nocturnas en intensidades,
direcciones, rangos espectrales u horarios innecesarios para la realización de
las actividades previstas en la zona en la que se instalan las luces.
Un ineficiente y mal diseñado alumbrado exterior, la utilización de
proyectores y cañones
láser, la inexistente regulación
del horario de apagado de iluminaciones publicitarias, monumentales u
ornamentales, etc., generan este problema cada vez más extendido.
La contaminación lumínica tiene como manifestación más evidente el
aumento del brillo del cielo nocturno, por reflexión y difusión de la luz artificial en los gases y en las partículas del aire urbano (smog, contaminación...), de forma que se disminuye la
visibilidad de las estrellas y demás objetos celestes.