El Cantor del Yaque, nació en Moca, el 6 de septiembre de 1833, hijo de Félix Alix y María Magdalena Rodríguez.
Es el poeta criollo por excelencia y uno de nuestros más originales temperamentos literarios; un auténtico representante del pueblo, del que extrae su lenguaje y modalidades, con los que plasma en sus décimas una imagen verídica del dominicano de los tiempos de la Restauración.
Desde la adolescencia, a los diez y seis años, empezó a escribir las décimas inimitables que le dieron tan grande y popular renombre. Cantó sin descanso, prefiriendo el lenguaje del campesino del Cibao para sus décimas. En su larga vida de ochenta y cinco años nadie lograría arrebatarle el cetro de la poesía popular dominicana.
El célebre Cantor del Yaque fue soldado en las luchas de la Independencia y asistió a la toma de Beler con el grado de Cabo de nuestro ejército. En la Restauración, figuró entre los patriotas que se sublevaron en Guayubín en febrero de 1863.
Siño Juan Antonio, Papa Toño, como familiarmente le llamaban, publicaba sus composiciones en hojas sueltas que circulaban profusamente por toda la República. Esos volantes, tan solicitados, era el dinero que Alix llevaba al mercado de su pueblo. Entre las placeras y los campesinos de Santiago era un ídolo, amado y festejado por todos.
Ningún regalo mejor podía llevarse de retorno al bohío, que una décima de Juan Antonio, y escasos días después la celebrada poesía era conocida y recitada en toda la comarca.
Sus décimas satisficieron una necesidad del espíritu colectivo. Eran solicitadas por el pueblo, que las compraba no bien estaban en circulación. Las habladurías de la calle, el escándalo social de la hora, alguna amarga queja del público, el incidente burlesco hecho comidilla de los murmuradores que lo eran casi todos los vecinos de la población, la oportunidad de un desbordamiento de júbilo público, el triunfo o fracaso de una revolución, o acaso un fusilamiento, ejecutado de manera espectacular, constituían el material preferido para las décimas, tocadas siempre de un vivo color de actualidad y salpicadas de pimienta satírica, de que tanto gusta el pueblo, por ser uno de sus íntimos fermentos.
El elemento típicamente haitiano, en relación con su lenguaje y costumbres fue un particular fermento que puso a manar la cuerda burlesca del poeta Alix, mostrando lo chistoso propio del contraste de lenguas e inclinaciones en individuos y pueblos como el nuestro y el haitiano. Décimas suyas de este género tienen toda soltura y gracejo.
Muere en Santiago de los Caballeros el 15 de febrero de 1918.